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El sonido de lo pequeño: un sermón del celíaco adoptivo

celia es celiaca costello
14 junio, 2017

celia es celiaca costello

Bienvenidos de nuevo, queridos celíacos y celíacas, a mi caótico e irreverente mundo. Muchas cosas han sucedido desde la última (y primera) vez que le dediqué unas palabras a mi grupo de música popcorn no comercial favorito. Vuelvo a tener un trabajo, vuelvo a pagar las facturas a final de mes, vuelvo a intentar escribir la gran novela española del siglo XXI. Así que estoy más estresado de la cuenta, quizás por eso valoro tanto esta oportunidad de hablar de las cosas que me apasionan. Porque Celia, claro, es una tía de p___ madre y nunca me obligaría a hacerlo por las malas. De verdad que no. Estoy aquí por voluntad propia.

En episodios anteriores ya os conté de qué conocía al grupo y cómo terminé acompañándoles en varias giras memorables en calidad de groupie honorífico (sin derechos de pernada), chófer, road manager, masajista, babysitter, jefe de prensa y no sé cuántos títulos más. Fueron los best days of my life, que diría Bryan Adams.

¡Días de vino y rosas! ¡Juventud, divino tesoro!

Hoy, sin embargo, no quiero hablaros de ningún viaje épico, no pretendo emocionaros con hazañas gloriosas ni convenceros de que estos chicos son los p____ amos. Aunque acabaréis emocionados y convencidos igualmente. Porque hoy me han sugerido amablemente me apetece contaros algo diferente; más íntimo, más breve, más auténtico. Me apetece contaros lo que aprendí en el concierto de una pequeña banda en un pequeño local de una ciudad casi infinita. O lo que es lo mismo, viendo tocar a Celia es Celíaca en la sala Costello, a tiro de piedra del mismo centro de Madrid.

¿Y qué aprendí? Pues que la vida sabe mejor si te la comes a grandes bocados que a mordisquitos. Que tú forjas tú realidad con tu esfuerzo y tu empeño. Que siempre es mejor ver el vaso medio lleno. Y sobre eso Celia y compañía saben mucho y han cantado más. You better carpe diem, amigos.

Y digo esto porque:

  1. Cuando debes saltar al escenario sin tu batería, puedes conformarte con no sonar muy mal, o sonar mejor que nunca.
  2. Cuando el local es pequeño y el aforo limitado, puedes tocar como si no hubiese nadie, o como si te estuviesen escuchando hasta en la luna.
  3. Cuando parte del público no te conoce ni te presta atención, puedes intentar ignorarlos o enamorarlos hasta que se queden afónicos de hacerte los coros (eo, eo…)

Os aseguro que allí dentro sucedió algo único. Ellos siempre disfrutan y disfrutarán sobre el escenario, pero la del Costello fue una de esas noches especiales. Y no hacía falta mirar al público para darse cuenta. Las caras de Celia, Borja y Liam lo decían todo. Acababan de petarlo. Los sospechosos habituales de la primera fila, como siempre, nos turnamos para darles la enhorabuena, pero ellos no lo necesitaban. Sonreían como si les hiciera gracia escuchar algo tan evidente. Sabían mejor que nadie que lo habían petado, que aquella noche había sido Su Noche. Y yo, por una vez, me sentí igual que debió sentirse la Princesa Leia cuando Han Solo contestó a su esperado “te quiero” con un genial “lo sé”.

Tengo la impresión de que esa noche mágica en Costello supondrá un antes y un después en el camino de los chicos. Como si después de conquistar a ese público, pudiesen conquistar cualquier sitio.

La Sala Riviera, el Bernabéu, los 40 Principales, el Carnaval de Río… Yo no sé dónde ni cuándo terminará ese camino, pero espero que sigan disfrutándolo como si no les llevara a ninguna parte. Y que, cuando se hagan gigantes, continúen sonando como si fuesen muy pequeños.

/AM

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